Como siempre le celebré todo. Cómo ha crecido, cómo está de hermosa y cómo sus rizos van a ser la envidia de todos.
Jugé con ella.
Hablé con ella.
En medio de una charla sobre su explicación a los colores de su oso nuevo, me entró una llamada de mi novio.
Hola Amor. Si aquí con Margarita y Julieta. Claro jugando como siempre. Si mi amor, a las 7 estoy lista. Perfecto. Un beso, Te amo!
Cuando colgué la llamada, veo a Julieta mirándome como si la hubiera insultado o peor... como si hubiera dicho una palabra prohibida en su presencia.
- ¿Qué pasó?, le pregunté
- Nada
- A ver, dime...
- ¿Hace cuánto no miras las estrellas? contrapreguntó
- No sé, dije esperando a ver con qué salía
- ¿Hace cuánto no hueles una flor en el jardón?
- Creo que hace muchos meses
- ¿Por qué te asustan las mariposas?
- No sé, me dan miedo... Ya me estaba asustando, porque no entendía a dónde quería llevarme
- Hace cuánto no comes chocolate o helado porque estás a dieta?
- Uff... ya ni recuerdo como saben
- Entonces, dijo -poniéndose de pie y adoptando la majestuosa posición de jarrita-, ¿cómo te atreves a hablar de amor? ¡Tu no sabes nada del amor si no haces ninguna de las cosas que te dije!
Se dio la vuelta y se alejó con un paso firme, como de general. Me dejó sentada en el piso, mirando a lo lejos, preguntándome ¿Qué sé yo del amor? Y hasta donde se ha tergiversado el concepto.