**Esta es una historia que va en varias -muchas- partes.
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Parlamento pide
inspección de salud mental y física al Presidente. Boris quería enloquecer.
Ahora iban a determinar que el Presidente era incompetente para su cargo.
Necesitaba una salida, algo tan poderoso que el país se uniera en torno a esa
causa. Citó a los Ministros de Defensa, de la Política, a los Jefes de Inteligencia,
del Ejército y de la Policía.
Señores,
estamos en una encrucijada, y depende de nosotros sacarnos de esto. Quieren
declarar al Presidente insubsistente y nos toca salvarle la cabeza.
Lo
que yo no entiendo, lo interrumpió el Ministro de Defensa, es por qué la
distancia que ha tomado el Presidente de todos los asuntos que le competen. Ni
siquiera con nosotros habla.
Entiendo,
Ministro, el Presidente tiene un problema persona que resolver y me ha
confiado, en este momento, que realice todas las acciones pertinentes mientras
sale de este… cómo llamarlo, trance.
Pero,
¿está bien?, inquirió el Ministro de la Política.
Si,
solo algo aturdido. Volvamos al tema.
¿Qué
quiere que hagamos?, planteó el Jefe de Inteligencia.
Necesitamos
una guerra.
Todos se miraron entre sí. Sus ojos se preguntaban si
Boris se había enloquecido.
No
señores, no es una locura. No podemos continuar desangrando las finanzas para
pagar publicidad, y la censura al internet pronto va a generar una protesta
masiva. Las interceptaciones, y me corregirá el General, demuestran que los
ciudadanos están buscando las maneras de hacerle cada vez más el quite.
¿Entonces?
¿Qué
es lo que une las naciones?
Silencio en la habitación.
La
guerra. Señores, o la posibilidad de una.
Pero
no estamos listos, dijo el Ministro de la política.
Eso
que lo diga el Ministro de la Defensa.
Pues,
señores, eso depende de quien sea nuestro adversario. Nos toca escoger bien, no
vaya a ser que en bloque se unan en contra de nosotros.
Entonces,
General, qué dice Inteligencia de las actividades de nuestros vecinos que
podamos usar a favor nuestro.
Tres
días después tenían todo el plan armado.
¡Señores.
Nos vamos a la Guerra!, dijo Boris con bastante entusiasmo
Dios
nos ampare, murmuró el Ministro de la Política.
Seguro
tu Dios está de nuestro lado.
Felicidad
Queridos lectores:
Sé que durante todos estos meses los
he entretenido por cuenta del dolor.
Pero la vida se compone de grandes
derrotas, pero también de muchos triunfos y es por eso que hasta los corazones rotos
en los pedazos más pequeños se recuperan. El mío aun duele, no se los voy a
negar. Pero es hora de usar ese dolor de una forma útil.
Yo bailo Ballet. Y hoy me dieron el
papel de Odette para la próxima temporada del Lago de los Cisnes que se estrena
en tres semanas. ¿¡No es fabuloso!?
Quería compartir mi felicidad, y
darles un consejo:
‘Si tienes un mal de amor, busca una
actividad que te haga tan o más feliz que el sujeto que ya no estás. Solo así
no sentirás dolor’
Un abrazo
Sofía.
Santiago entendió que estaba a punto de perderla. Aun
estaba muy confundido como para actuar. Tenía miedo de su reacción. Por otro
lado, si no apelaba al último rezago de dolor (o de amor) que ella pudiera
sentir por él, no habría vuelta atrás más adelante.
Encrucijada.
La prensa no dejaba de reportar que el Parlamento quería
saber exactamente qué pasaba con el Presidente. El Gobierno no intentó pararlo,
sabía que todos los rumores, toda especulación serviría para generar simpatía
con Gabriel cuando volvieran a verlo en escena. Boris sabía que la moción del
Parlamento se demoraría 15 días en ser aprobada o no. Así que tenía tiempo de
actuar.
¿Quieres
que te salve el pellejo?
Lanzó
la frase sin aun haber entrado a la oficina.
Gabriel lo miró y siguió leyendo las hojas que tenía en
frente. No paraba de sonreír.
¿Necesito
que me salves el pellejo?
El
Congreso quiere declararte insubsistente.
Pues
eso me dijiste hace días que debería hacer.
Eso
fue un momento de rabia…
Lo
sé, pero me gusta recordártelo. Siempre te dije que debías pensar dos veces
antes de hablar.
Bueno,
pero ese no es el caso.
¿Entonces
cuál es?
Si
quieres que te salve como Presidente.
Tú
sabes que yo ya no quiero estar acá.
Desde
que asumiste, ya no se trata de si quieres o no. O de si te gusta o no. Se
trata de que toda una Nación confíe en su líder. Y tienes que ponerte los
pantalones para asumir semejante reto.
No
me quedan fuerzas.
Las
fuerzas las sacas de la cabeza. La debilidad es un estado mental, Gabriel. Sí,
estás enfermo. Es cierto. Sí, tuviste una pérdida que creíamos superada y que
resultó que no. Pero a pesar de eso, te conozco. Conozco tu espíritu. Este no
eres tú. Tienes que sobreponerte.
Gabriel sabía que Boris era, sobre todo, su mejor amigo.
De esos que ya no se encuentran en el camino. De esos que siempre permanecen
fuertes a tu lado.
¿Qué
necesitas que haga?
Declararle
la guerra a los vecinos del norte.
¡Estás
loco! Muéstrame el plan.
¡Ah!
Y que la gente te vea.
Gabriel miró a Boris resignado e inmediatamente ordenó a
su secretaria que separara la agenda para el día del estreno de la obra ‘El
Lago de los Cisnes en el Teatro Nacional’. La voz corrió en el Palacio
Presidencial a toda velocidad. Todos respiraron aliviados. Por fin va a salir, se murmuraba en todos los pasillos. Boris sabía
que eso no sería suficiente pero bastaría por un rato.